En la sierra de la Culebra también ha llegado la primavera. Los lobeznos todavía no han visto la luz pero la barruntan a través de los ojos de sus madres al igual que los pequeños ciervos que también están prestos a salir a estas tierras, a veces trágicas, pero siempre maravillosas. Las cigüeñas en sus nidos parecen que anuncian los nacimientos de todos ellos, pequeños rayones de jabalí se anunciarán entre las urces sobrevolados por las pegas , volverán nuevas rapaces al calor de las hojas de los robles que devolverán otra vez la vida al bosque de la sierra. Los pequeños mastines se han adelantado y con su noble mirada parecen ser conscientes de su papel fundamental en la supervivencia de esos pequeños corderos que no esperan a nadie para poner su grano de arena para que estas tierras no pierdan su belleza. Nacerán pequeños corzos a lo largo del año, nutrias, zorros y demás fauna y flora que por estas fechas desborda la Culebra. Sin embargo no nacerán más pastores, no habrá jóvenes que quieran ir al monte con el lobo, con el corzo, con el ciervo y con el mastín. No verán el vuelo del milano, ni del ratonero, no llorarán ante el vuelo del águila real. No verán jugar a la nutria ni oirán maullar al gato montés. No porque no quieran sino porque no nacerán.
Entre todos tenemos que conservar estas tierras porque corremos el riesgo de que al igual que los pastores, dejen también de nacer los corderos, los ciervos, los corzos, los mastines y también la misma gente, entonces dejará también de aullar el lobo. Si esto ocurre, algo estaremos haciendo mal. Este camino se ha recorrido desde antaño por todos ellos, no podemos permitir que la senda se borre y solo sea un bonito recuerdo para contar.